lunes, 3 de marzo de 2014

La Santa Compaña.

Un capítulo importantísimo dentro de la mitología, la magia, la tradición, el misterio que rodean a muchas de las costumbres gallegas es aquel que recoge el influjo de los seres sobrenaturales sobre la vida del sencillo hombre de la tierra. 

El alma gallega está llena de seres de ultramundo como las almas en pena, que rondan los lugares que conocieron la vida; el tardo, que se posa en la noche sobre el pecho de los que duermen y les fatiga con el peso, el tronante que es le genio de la tempestad que hiriendo a las nubes con sus pies produce el ruido del trueno, aunque este efecto se contrarresta con alma bendita; las fadas y meigas, las primeras generalmente protectoras y benéficas, aunque si se las maltrata se convierten en malas fadas volviéndose vengativas e inclementes. Las meigas tienen mucha más importancia en el alma galaica y aunque también pueden ser buenas predominan las demoniacas. 

Pero quizás uno de los signos que más se ha prestado a versiones, mitificaciones e incluso cachondeos es el de la Santa Compaña. 



Según la leyenda es la reunión de almas de difuntos que están en el purgatorio para vagar por las los lindes de su parroquia, entre las 12 de la noche y el alba. Las almas van en fila con luces encendidas vestidas de blanco y envueltas en un sudario. En unas ocasiones pasan en silencio y en otras se escuchan ruido de cadenas. 

Las apariciones de la Santa Compaña se incluyen dentro de un conjunto de creencias de la cultura tradicional gallega muy relacionada con el origen rural y disperso de la población gallega, en el mundo urbano apenas existen. A la hora de hablar de este fenómeno existe una gran diversidad en toda Galicia, diversidad que se puede observar en sus nombres: estadea, estandinga, visión, procesión de ánimas, Santa Compaña, etc. 


La Santa Compaña es le nexo de unión entre los vivos y los muertos. A media noche los muertos se levantan de sus tumbas y emprenden su recorrido por los caminos hasta la llegada de las primeras luces, el número de participantes nunca es inferíos a cinco, pues es necesario portar una cruz, un estandarte un caldero con agua, bendita y una campanilla. Van acompañados de un vivo o de una persona a punto de morir, ya que la Santa Compaña suele acompañar al vivo en su última noche en el mundo. El vivo que va con la Santa Compaña es una persona que queda condenado a vagar en procesión hasta que encuentre a otra persona viva que porte la cruz. Existen una serie de procedimientos que permiten a los mortales rechazar la cruz: adoptar la forma de cruz con los brazos, llevar ambas manos ocupadas, tirarse al suelo boca abajo dibujando un circulo en el suelo y metiéndose dentro.


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