El oficio de azabacheros es casi exclusivamente gallego, y desde su origen estuvo ligado siempre a las peregrinaciones a Compostela.
El azabache ha sido utilizado desde muy antiguo como amuleto, siempre se le atribuyeron propiedades medicinales, preventivas y mágicas, principalmente para el mal de ojo.
A la sombra de la catedral fue donde esta actividad alcanzó prestigio y difusión continental.
El azabache es un fósil muy preciado, que procede de Asturias y Teruel, aunque el que se utiliza en Santiago es el del Principado. Se trata de un carbono purificado, compuesto por diversos componentes, siendo por constitución y textura, un lignito que se presta fácilmente al tallado, pulido y engastado. Es de un color negro, compacto, brillante, duro pero frágil y suave al tacto.
El obrador de azabache no necesita grandes espacios ni despliegue de herramientas, ya que lo principal para el oficio es la paciencia, minuciosidad y maestría. La técnica para tallar implica una gran destreza dada la dureza y fragilidad del material. El primer paso consiste en seleccionar el tamaño de la piedra, después se comienza con el devastado, utilizando las jubias con las que se va facetando el material fósil hasta esbozar el diseño general de la pieza. El trabajo se completa con distintos tipos de limas y rascadores. En la última fase se lija la piedra con pómez y aceite de oliva eliminando las impurezas, para concluir con un pulido final.
Joyas
Las figas: mano cerrada con el pulgar colocado entre el índice y el mayor. Ataca y previene el mal de ojo, las soberbias y las maldiciones. Amuleto engastado en oro y plata.
Jambas: representa la mano abierta con los dedos extendidos y se pone en puertas y paredes para menguar la fuerza de los enemigos.
Los collares: los hay de aldeana, de viuda y de abadesa.
Representaciones de imágenes: Santiago Apóstol, crucifijos. portapaces y rosarios.
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